Desde que asumió el puesto de capellán del Hogar de Cristo a fines del 2013, Pablo Walker, asume que dentro de su gestión es fundamental recorrer la mayor cantidad de centros posibles. El viernes fue el turno de Curacaví en la sede que está ubicado en la Villa El Sol.
“Simplemente lo hago para agradecer al equipo, apoyarlos, escucharlos y almorzar junto a las personas. También acompaño a las personas que están dentro del programa de la atención domiciliaria”, señaló Walker, en conversación con “El Mauco”.
-Conversando con las personas del Hogar en Curacaví. ¿Sienten el apoyo por parte de la comunidad?
“Esta obra fue construida por un particular y su familia. Y es por decir un ejemplo. Muchos de los aportes surgen a través de una persona. Los jardines infantiles nacen por iniciativas de las mamás, quienes después se transforman en guardadoras infantiles. El Hogar de Cristo en Curacaví nace justamente por esta relación con la comunidad. Contamos con un gran grupo de personas voluntarias que posteriormente pasan a ser trabajadoras”.
- ¿Cómo percibe el tema a nivel nacional. Siempre se habla que la solidaridad aparece en la Teletón o en los grandes desastres naturales?
“Uno de los rostros más crueles de la pobreza es la soledad del adulto mayor. A esto que se suma algunas manifestaciones de enfermedad, a veces con consumo de alcohol y drogas, con abandono de la familia con la exclusión de su propia casa y calle son cosas que tienes de la pobreza más dura. Tienes razón cuando dices que en Chile somos un país solidario para las catástrofes, pero no somos cotidianamente inclusivos. Tuvimos raíces comunitarias importantes como la minga, aunque con el tiempo nos hemos puesto más individualistas. Hemos adoptado un sistema de vida en la que vemos méritos personales, en la que miramos a las personas que no son productivas como un desecho. La cultura del descarte como dice el Papa Francisco”.
- Y en ese punto. ¿Cuál es el rol del Hogar de Cristo?
“El Hogar de Cristo es contracultural. Quiere instalar sensibilidad, empatía y descubrir que nuestra relación cotidiana con los mayores o con los jóvenes que han desertado de los colegios, con niños de familias vulnerables que están tomados por la droga o el alcohol. Cuando nos inculcamos más allá del miedo o el prejuicio surge mucho aprendizaje humanizador. A mí me preocupa la deshumanización que hay en el país y que haya solidaridad sólo para las grandes catástrofes”.
- Cuál es la meta para este año en la institución.
“Nosotros estamos en un nuevo quinquenio de trabajo social. Tenemos un lema que dice “ir donde nadie quiere estar”. Se están moviendo todos nuestros programas hacia manifestaciones más crueles e invisibles en todos los niveles. No sólo trabajamos con los adultos mayores, sino que con los niños. Siempre irnos moviendo hacia la frontera como el Papa Francisco nos está pidiendo”.